lunes, 16 de enero de 2012

MITOS Y LEYENDAS DE AREQUIPA


SOR ANA DE LOS ÁNGELES

El monasterio de Santa Catalina fue fundado en 1575. En dicho lugar, muchas mujeres, jóvenes y viudas, hicieron sus votos perpetuos. Ana de Monteagudo fue hija de Sebastián Monteagudo y Francisca Ponce de León; estos últimos, para asegurar la educación cristiana de su pequeña hija, la internaron en el monasterio cuando contaba con tres años. A su edad núbil -los catorce-, Ana fue reintegrada al hogar, pues su padre la había comprometido con un joven. Ella obedeció, pero desesperada en un mundo que no conocía, decidió huir de su casa y regresar al convento, en donde permanecería hasta su muerte. Ana castigaba su cuerpo con azotes y se sometía a largos ayunos de pan y agua. Se dice que, entre sus milagros, con sólo aplicar parte de la tela de su hábito, desaparecían tumores e infecciones. Fueron innumerables los vaticinios sobre muertes, enfermedades, recompensas y otros. Murió el 10 de enero de 1686, tras largos 10 años de penosa enfermedad y fue enterrada en el cementerio del monasterio. Ese mismo año, el obispo Don Antonio de León inició el proceso de su beatificación. En 1731, al trasladar su cuerpo a una nueva tumba en el coro de la iglesia, lo encontraron incorrupto, intacto y con olor a flores.

EL FRAILE SIN CABEZA
Una leyenda de Arequipa del siglo XIX, nos cuenta sobre el diabólico andar del "Fraile sin cabeza". Un alma en pena, a veces gravitante, que se sabía, por toda la ciudad, recorría de lado a lado el callejón de la Catedral y siempre al amparo de las doce campanadas que dejaba oír el reloj de la torre. El espectro, decían quienes habían tenido el valor o la mala fortuna de encontrárselo, se mostraba ataviado con un viejo hábito franciscano y en cuyo interior del alargado capuchón que debía cubrirle la cabeza, sólo se podía entrever una profunda oquedad, una sombra provocada por el vacío. La leyenda -o por lo menos una de las dos versiones de la misma-, cuenta que el espectral personaje había sido decapitado por el hijo de un noble español, quien por un desacuerdo intrascendente, había reñido con el fraile y en medio del calor de la desigual contienda, la cabeza de éste último había sido cortada de tajo; a causa del fuerte golpe que le propinó el hijo del noble con la espada. El lamentable acontecimiento había ocurrido en el callejón de la Catedral, del lado que antiguamente daba a la "Casa Forga". Se cuenta además que el religioso había sido enterrado sin su respectiva cabeza, pues al momento de la decapitación, un perro la había mordido y llevado a esconder en algún recoveco de los alrededores. Era por esto, refieren los abuelos, que el fraile andaba vagando en busca eterna de su cabeza. Tal vez la modernidad, al parecer, aplacó su constante deambular; o quizá finalmente encontró lo que tanto andaba buscando.